Un artefacto contra el aburrimiento
Por: Diego Agudelo
En el universo de El catálogo Maxwell de objetos curiosos las fallas de las máquinas son siempre la apertura de una serie de acontecimientos disparatados que envuelven a los personajes como capas de dulce hojaldre. Y por las fallas de estas máquinas es que el libro de Jose Andrés Gómez funciona con la precisión de una bomba de relojería que tuviera la singularidad de explotar, reconstruirse y volver a explotar de manera sucesiva, pues el humor es un artefacto de clavijas bien ajustadas y resortes que pueden dispararse en la mitad de una frase, justo en aquellas imágenes que desafían la lógica del lector.
Jose Andrés Gómez, autor de Los cuadernos del Doctor Calamar, El magazín de famosos aún no conocidos y Manual para cazar una idea, todos publicados por Tragaluz, da cuenta en este compendio de relatos del insigne emprendimiento de las gemelas Maxwell y Repollo, herederas de un noble linaje cuya empresa de venta por correspondencia distribuye a lo largo y ancho del mundo un catálogo de “misteriosos objetos elaborados en fábricas de rincones remotos”. La empresa, cómo no, fracasa estruendosamente y su desaparición permite el nacimiento del enigma que el libro intenta descifrar. Así, el azar hace que los personajes se topen con el susodicho catálogo, se encandilen con los maravillosos prodigios obrados por las máquinas y se involucren en embrollos que los llevan a viajar a través de dimensiones paralelas, provocar que los comensales de un restaurante se transformen en chimpancés o ser ladrones involuntarios con una máquina que teletransporta billetes.
El libro es una fórmula contra el aburrimiento, una emoción que quizás es injustamente vilipendiada y que en los personajes creados por el autor tiene matices inesperados. ¿De dónde más podría salir el arrojo para meterse en una caja de transformaciones? Jose Andrés Gómez quizás declara en estos cuentos que el aburrimiento nos vuelve intrépidos y que somos capaces de realizar hazañas descabelladas con tal de espantar el tedio y convocar la aventura.
El libro editado por Tragaluz parece justamente un artefacto pensado para que los lectores convoquen una pizca de aventura en sus vidas. Además de estar ilustrado en un estilo que se sincroniza milimétricamente con el humor del escritor, contiene a través de las páginas una serie de invitaciones que podrían llevar al lector de cualquier edad a dibujar monstruos radioactivos con pintalabios, manchar el papel con salsa de tomate o a coleccionar periódicos para madurar aguacates.
Uno engañosamente se lamenta de que el libro apenas esté conformado por tres historias. Sin embargo, Jose Andrés Gómez tiene una habilidad extraordinaria para crear historias de incontables ramificaciones que disparan la imaginación y hacen sospechar que en su próximo libro continuará narrando los ires y venires de las criaturas, máquinas, animales y platillos deliciosos que pueblan sus obras.
En el intervalo que hay hasta su próximo libro podemos entretenernos imaginando que el siguiente artefacto impreso en el catálogo de Tragaluz será, por ejemplo, una colección de instrucciones de juegos de mesa como el que Tonino y Antonio juegan en el primer cuento del catálogo, o un recetario que supere las preparaciones del inteligente ayudante de cocina robotizado que Crispino Buenasperas utiliza en su restaurante, y por qué no esperar en este porvenir de publicaciones un set de fichas bibliográficas que cuenten el paradero de esos libros inauditos que Jose Andrés Gómez usa como fuente de sus narraciones: la Enciclopedia de Insignes Emprendedores de Todos los Tiempos o los tres volúmenes de la Enciclopedia de Infames Fracasos Comerciales de La Historia. Seguramente, será una obra tan curiosa como su catálogo y compartirá el propósito que han cumplido sus libros anteriores: ayudarnos a escapar de las planicies del aburrimiento.
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