Helí Ramírez – Cuatro poemas

Para quienes lo conocen, será un gusto volver a leerlo; para quienes no, será la oportunidad de conocer un gran poeta. Como les contamos en la entrada anterior, acabamos de publicar el último libro de Helí Ramírez, Desde al otro lado del canto, y es para nosotros un placer compartir con ustedes una selección de cuatro poemas. En ellos está viva la voz de un hombre que ha vivido Medellín como pocos, y que ha tenido la virtud de darle palabras a lo que para los demás habitantes se queda en sensación muda, en el silencio de los gestos.
Acompañamos los escritos de Helí con las imágenes de otro importante artista de nuestra ciudad y amigo de Tragaluz: Fredy Serna.
Las horas y los días (serie). Acrílico sobre lienzo, 24 x 24 cm c/u. 2006.



Uno es algo
Y no me diga que uno es nada en la vida. ¿Somos nada? Somos.
Yo soy.
Es imposible no ser algo. Uno es algo.
¿Que uno es nada si no se tiene un peso en el bolsillo
ni tarjeta en un cajero?
De acuerdo. Muy estúpido sería decirle que no. No tenemos un
peso, ni tarjeta para meter en la ranura de un cajero,
pero de ahí a que somos nada, mal me huele esa idea.
Y para que se muerdan las uñas: eso tiene solución en uno de esos
pensamientos que llaman malos bien parado en la mente
por una carretera sembrada en pinos de ilusiones.
Y no me diga que así lo quiso el destino.
A la una, a las dos, o a las cuatro de la tarde o del amanecer
uno es lo que quiera ser o sea
a no ser que de pereza nos quedemos sentados…
sentados a esperar que el billete
del cielo caiga por un hueco en el techo
a la sala del rancho.
Yo sí tengo muchas cosas que ser para hacer.

El miedo en un grito
Otra explosión se oye y disparos se escuchan
para que la tarde de falda gris
después de una ráfaga seguida de cansancio
llene su rostro la tarde de miedo
y los labios de quienes salen a buscar el bus o el metro
para sus casas huérfanos de alegría en la tarde,
despeguen los labios con segueta y se murmuren un
«buenas tardes» para perderse entre el miedo en un grito
al escuchar historias parecidas a las suyas
sobre los hombros en el bus o el metro al salir de la
tarde de falda gris y entrar a la noche de mirada negra
y despertar al amanecer de peludo horizonte…,
peludo horizonte.

Doce de octubre. Grafito acrílico, 240 x 240 cm. 2005. Obra perteneciente al Museo de Antioquia.
Un día para otro su sombra
La vida cambia de un día para otro su sombra,
y otras son las ambiciones en un tiempo
que no se sabe a cuántos días equivaldrá;
Con oscuridad o claridad le rompo
el ojo ciego al destino que posa de duro.
Así las cosas, defiendo mi espíritu;
que mi espíritu no se vaya a doblegar.
Si lo logro,
hago fiesta.
Severa rumba hago.


No nací para morir antes de estar muerto
De las ilusiones que me hago a alguna llego.
Yo no nací para morir antes de estar muerto. Olvídese. Así
como no me quedé en la pared de una esquina pegado de grafiti
en fondo de pantalla para un video.
Nada está perdido para mí.
Y fuera de la consigna «plata o muerte»
que a veces tan burda suena cuando
se escucha desde la comodidad o desde un mediado estar
me he planteado otras consignas para ser
feliz entre la realidad cotidiana siempre de reina cruel
cuando se está encajonado entre
un Mínimo de salario que no entrega
una noche de fiesta ni aunque se le
amenace y de la amenaza se pase al
hecho de dejarlo en las afueras de la
ciudad de basura en una bolsa negra…, al
Mínimo. Claro. Con mayúscula.
¿Muy viniendo traición?
Cuidado con ese muerto que quiere hablar.
Mediavuelta
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