El escritor en la cultura

La reflexión que estamos haciendo sobre nuestra función como editores, se extiende a todo lo que gira alrededor del libro. En esta entrada nos enfocamos en el papel que cumplen los escritores en la cultura. ¿Son necesarios? ¿Tienen alguna responsabilidad al escribir? ¿Cuáles son los alcances de su creación?

 

Elias Canetti, Premio Nobel de Literatura en 1981.
Tal vez valga la pena preguntarse si, dada la situación actual de este planeta, existe algo en virtud de lo cual los escritores -o los que hasta ahora han sido considerados como tales- puedan ser de utilidad, sugirió Elias Canetti en un discurso pronunciado en 1976.
El discurso del Nobel búlgaro trata de iluminar los lazos que unen a un escritor con su cultura. Se pregunta si su profesión le aporta algo a la humanidad. Para responderlo, reflexiona sobre una característica que debe tener quien pretenda ser escritor: responsabilidad. Según Canetti, el escritor es aquel que tiene la voluntad de responsabilizarse por todo cuanto admita una formulación verbal.
Esa definición toca el corazón que anima y duele a quien escribe; habla del gesto que lo emparenta con los otros hombres. Lo que admite formulación verbal es casi todo. El escritor siente que su responsabilidad fracasa con la guerra, con un asesinato, con la soledad, con la injusticia, o con la miseria de un pueblo, por ejemplo; y, en términos positivos, se siente responsable de custodiar el potencial creativo humano, de enfrentarse a la muerte, de mantener vivas las enseñanzas de su tradición, de recordarle a la humanidad las palabras y las prácticas que la crearon. Dice Canetti:

Mientras haya gente –y desde luego hay más de uno- que asuma esa responsabilidad por las palabras y la sienta con la máxima intensidad al reconocer un fracaso total, tendremos derecho a conservar una palabra (escritor) que ha designado siempre a los autores de las obras esenciales de la humanidad, obras sin las cuales no tendríamos conciencia de lo que realmente constituye dicha humanidad.

La responsabilidad se manifiesta, afirma Canetti, en la capacidad que tiene el escritor de vivir las experiencias del otro en él mismo, de metamorfosearse en cualquier ser humano. El escritor debería mantener abiertos los lazos de comunicación entre los hombres. Su vocación, su actividad creadora (para la que se apoya en el conocimiento de las singularidades de cada persona que conoce, observa o escucha) se convierte así en una lucha contra la muerte y la destrucción de lo humano: se encuentra con los otros, los hace una parte más de él, guarda sus vidas en las palabras que escribe.
Los libros fundamentales, los definitivos, son aquellos en los que el escritor consigue encarnarse en la palabra, en los que solo se lee sensación. El escritor despoja al lenguaje de artificios, se metamorfosea en él, y hace que quienes lo lean vivan la misma experiencia. El libro es un vehículo transformador, incita al viaje, enseña a sentir de maneras distintas. La lectura, más que mero entretenimiento, es aventura y arrojo. Uno sabe que ha leído algo íntimo cuando recuerda a Ulises, Hamlet, el Quijote, Proust, Ana Karenina, K., y siente que está recordando experiencias propias.
El hecho de que el escritor amplíe el espectro de sensaciones que pueden vivir los hombres, que suscite la comunicación entre ellos a través de la palabra, que se atreva y enseñe a ser muchos, lo convierte en un actor central de la cultura. Que el lenguaje sea casa, que en él habiten vivos y muertos, que pueda decir el horror y el encanto, es virtud de los escritores y por eso es posible responder sí, sí hay algo que los hace esenciales en lo que somos.
¿Y ustedes qué piensan?Nota: En Biblioteca Ignoria pueden leer el discurso completo de Elias Canetti, titulado «La profesión de escritor».

Deja una respuesta