Editoriales pequeñas vs editoriales grandes

Ed-peq-vs-granCada editorial tiene personalidad propia, pero en general pueden clasificarse según su magnitud. Esta depende del número de títulos publicados, la dimensiones de los tirajes, los países donde se distribuyen los libros, hasta del tamaño del equipo.

Ocurre también que a las editoriales a las cuales se les pone la etiqueta de “grande” o de “pequeña” se las asocia con los términos “comercial” e “independiente”, respectivamente. ¿Qué quiere decir esto? Varias veces nos hemos hecho la pregunta. Una manera de responderla es la siguiente: una editorial se asume como independiente cuando su comportamiento no responde a los intereses de grandes grupos económicos.

Lo anterior no implica que este tipo de editoriales no busquen vender sus productos; sería imposible renunciar a este paso del ciclo natural del libro más cuando llegar a manos de los lectores es su único destino.

Otra diferencia importante entre ambos tipos de editoriales es el diseño de los libros. Al ser producidos en masa, los ejemplares impresos por una editorial grande tienden a estar más estandarizados, tanto en la diagramación como en los materiales. Las editoriales independientes se dan el lujo de hacer pequeños tirajes donde el riesgo es menor, miden a los lectores, le dan oportunidad al autor y se deleitan en el diseño, dotando de una identidad única al libro. En esa medida, las editoriales pequeñas tienen más posibilidades de hacer libros apartados de la oferta tradicional.

Vale aclarar que esto es lo que vemos desde nuestro lugar como editores. Por eso quisimos saber qué piensan los escritores e ilustradores sobre esta taxonomía del mundo editorial, si esta división tiene efectos reales en la manera como los libros terminan por salir a la luz. Ellos experimentan de primera mano lo que ocurre con las obras tan pronto quedan bajo la custodia del editor. Le preguntamos a cuatro autores de Tragaluz sobre lo bueno y lo malo de publicar con una editorial grande y con una pequeña.

 

Antonio García Ángel (Colombia), escritor de Jumma de Maqroll el Gaviero. Una lectura etílicaAntonio-Garcia_credito-foto-Margarita-Mejia

Creo que uno busca dentro de la editorial grande el espíritu de la editorial pequeña. Quiere encontrar al editor que crea en la buena literatura y que pese a las presiones de su entorno laboral y la estratificación del poder en las editoriales grandes -con sus comités, metas, etc.- tenga algún margen de maniobra para burlar el sistema y salirse con la suya, hacer que prime la calidad, el cuidado de la edición, la originalidad de los contenidos, el trabajo sin afanes, la buena distribución frente a otros títulos masivos, etcétera. Eso pasa rara vez, o si sucede es de manera incompleta, pero en caso de que las cosas empiecen a marchar bien por méritos del libro, y la gente empezara a comprarlo masivamente, la editorial tendría el músculo financiero para responder, haciendo tirajes grandes, invirtiendo en giras, promoción, distribución en otros países, etcétera.

En las editoriales pequeñas los recursos son más limitados, pero uno encuentra eso que rara vez florece dentro de las editoriales grandes: el cuidado de la edición, que incluye la parte física del libro, pues son más bonitos los libros de las editoriales pequeñas buenas, se hacen con más cuidado, los materiales son mejores, el diseño, y también la parte de edición del texto: te leen con mucha atención, piensan con más detenimiento la estructura o correcciones, procuran que el catálogo sea de calidad literaria, y estás seguro de que quien te está editando cree en tu libro y le está apostando con más fuerza a que resulte, venda, se conozca, porque de eso dependen también sus ingresos, su supervivencia y su prestigio. En una editorial grande hay una marca que se puede culpar o que diluye los méritos en la cosa corporativa, pero en una editorial pequeña el nombre es más transparente, deja ver más claramente quiénes son los que toman las decisiones.

 

 

Sara BertrandSara Bertrand (Chile), escritora de Cuando los peces se fueron volando

A mí me gusta más pensar en editores que en editoriales, porque un manuscrito que se da a leer es un ensayo, es la primera cita que determina, finalmente, si ocurrirá esa relación de dos. Y en ese punto, claro que existen grandes editores y otros pequeños. El editor grande es ese que piensa en su fondo editorial, dándole fuerza a cada una de sus publicaciones, porque el editor grande le tiene cariño a sus libros y, sobre todo, porque sabe muy bien lo que busca. No se deja embaucar por lo que se vende más o por lo que causa furor en determinado grupo de lectores, sino más bien en embellecer ese catálogo con aquello que le significa y se complementa con su fondo editorial.

Personalmente, he conocido grandes editores en grandes editoriales que tienen esa visión: se enamoran de tal manera de una historia que logran mostrar todo su potencial editorial. No solo en términos de formato, ilustración, sino, más profundamente, en la conversación que ese libro generará con sus posibles lectores. Pero también me ha tocado padecer a editores pequeños en grandes editoriales. Personas que me da la impresión que están ahí empatando el tiempo, aguardando el cheque a fin de mes. No piensan en el fondo que manejan, desprecian sus libros y así como escogen un tipo de literatura, luego se cambian a otra siempre por razones equivocadas: que el mercado, que las ventas, que el público. No tienen una visión general sobre la literatura, tampoco sienten nada particular respecto a los libros que publican. Esperan que vendan mucho, pero ojala pasen lo más lejos de ellos para que no los interpelen. A esos editores hay que arrancarles, correr lo más rápido que se pueda porque suelen estar dispuestos a dar buenos anticipos y a embaucar mediante zalamerías.

Ahora, si existe una ventaja de las editoriales pequeñas respecto de las de gran tamaño, es que suelen tener más editores grandes que chicos, porque son proyectos que nacen a la luz de una búsqueda muy precisa. El editor grande de la editorial pequeña generalmente participa del proyecto editorial y sabe hasta cómo quiere que huelan los libros que va a editar. Actúa como un tiburón, cuando encuentra una historia que lo desvela, se lanza como un rayo.

Me imagino que hace algunos años atrás, una década (a lo más), las editoriales de gran tamaño solían distribuir mejor, pagaban buenos anticipos y aseguraban una adecuada promoción de la obra publicada. Cosas que hoy, gracias a las redes sociales, las editoriales de tamaño reducido, hacen sin problemas. Además, las de gran tamaño tienen el inconveniente de la burocracia y los acuerdos trasatlánticos y cosas incomprensibles para los amantes de los libros, miles de trabas que les impide mover sus obras. Por eso, son grandes secuestradores de libros, capaces de sepultar una buena historia en un solo país con tal de cumplir con las metas propuestas.

Ninguna de estas mañas ocurre en las editoriales de tamaño pequeño, porque el editor es un convertido, un enamorado de su precioso fondo, y viaja con sus libros así como le gusta que estos viajen también. Así que los promueve y deja que circulen con libertad por el mundo. Y para asegurarse de que esto ocurra, se toma las redes sociales con ingenio, permitiendo que esos libros sean vistos y, quizás –lo espera con ansias– leídos por muchos seguidores.

 

 

Ricardo-Silva_ByNRicardo Silva Romero (Colombia), escritor de El libro de los ojos y Que no me miren

Para mí no ha sido trabajar con una editorial grande o una editorial pequeña, sino trabajar con editores. Y, en esa medida, siempre ha terminado en lo mismo: en una revisión compasiva y seria, por parte de lectores agudos y generosos, de lo que yo escribí en un arrebato. He trabajado, en orden de aparición, con Alfaguara, Seix Barral, Norma y Tragaluz, y siempre he encontrado a alguien con quién discutir y corregir lo que me he inventado. Sí, las editoriales grandes tienen oficinas grandes y ascensores y muchos más empleados. Tienen, por ejemplo, recepcionista. Pero a la hora de la verdad todas son chiquitas porque se reduce al trabajo minucioso, línea por línea, en un texto. ¿Hay diferencias, luego, a la hora de entregarle al público la obra editada? Hoy en día no: tampoco. Porque por las redes sociales y por los medios y por las librerías se hace lo mejor que se puede para dar la noticia de que un nuevo libro existe. Sé que sonará extraño, pero que se me perdonará porque será evidente que he tenido mucha suerte, pero la verdad es que a mí me ha ido bien con las editoriales. Podría decir que en las editoriales grandes he estado al vaivén de lo que pase en las empresas, que he tenido que encarar yo mismo los ajustes y los cambios de gerentes, pero lo cierto es que quejarse de eso es quejarse por quejarse cuando he sacado los libros que he querido y he convencido a un montón de extraños de que se vuelvan amigos que hablen por mí de mi trabajo.

 

 

Pep-Carrio_DSC9477_media_1Pep Carrió (España), ilustrador de Conquistadores en el Nuevo Mundo

Lo bueno de trabajar para una gran editorial es que te permite acceder a proyectos y autores más mediáticos y la visibilidad de tu obra es lógicamente mayor. También los presupuestos suelen ser más amplios (aunque esto no siempre es así.)

Lo malo es el trato cada vez más anónimo, el nivel de intermediarios cada vez mayor. Distribuidores, departamentos de marketing, etc., intervienen en el proceso creativo, difuminando el papel del editor y del departamento creativo, haciendo que el resultado final esté muy mediatizado por ello.

Por su parte, lo bueno de trabajar con editoriales pequeñas es la cercanía en el trato y en el desarrollo del proyecto. Los procesos suelen ser más “mano a mano”, y esa relación permite un mayor nivel de experimentación y libertad. A eso se suma que la pequeña editorial tiene que posicionarse frente a la grande con un producto singular que la diferencie, que le de valor añadido, aportando nuevos valores, otras formas de hacer.

También se da la editorial pequeña con los defectos de las grandes. En esas sí es difícil trabajar. Además, lógicamente hay un menor nivel de presupuesto y, en ocasiones, menores medios de producción, aunque en ese caso se suelen suplir con imaginación.

Mi experiencia me dice que al final lo más importante es el nivel de sintonía que consigas con tu interlocutor en la editorial, ya sea grande o pequeña. Creatividad, confianza y valentía son los mejores aliados para que salga un buen trabajo.

 

 

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