11 momentos en la amistad entre dos poetas

 

Escogimos once fragmentos de las cartas que se escribieron Geraldino Brasil (1926 – 1996) y Jaime Jaramillo Escobar (1932), dos amigos que nunca se conocieron en persona pero se quisieron como si hubieran compartido durante toda la vida. Una muestra significativa de su correspondencia está compilada en el libro Tragaluz Cartas con Geraldino Brasil. Esta historia epistolar, ocurrida entre 1979 y 1996, surge gracias a que los poemas de Geraldino llegaron a manos de Jaime y lo prendaron. Por las palabras que viajaron entre Brasil y Colombia, que los acercaron pese a la distancia entre los dos países, queremos compartir estos párrafos y frases que revelan cómo la amistad se fue afianzando con el tiempo y gracias a la poesía.

 

  1. En la primera carta del libro leemos que Geraldino recibió las traducciones que Jaime empezó a hacer de sus poemas. La noticia le produce mucha alegría porque ve que Jaime es capaz de conectarse con su poesía e interpretarla. Unos pocos intercambios después, es claro que ambos autores están seducidos por la obra del otro. Uno de esos primeros instantes de intimidad se ve reflejado en el primer fragmento que elegimos. Escribe Jaime:

«Tu poesía está hecha para todos, como el sol y el agua, y en eso se reconoce que eres grande, porque un verso tuyo les ayuda a vivir a las gentes y el que no sabe hacer milagros no es poeta”.

Y un poco más adelante:

“No dejo de pensar en ti, allá en Recife, escribiendo la más bella poesía sin aspirar a más reconocimiento que el corazón de los hombres y mujeres que te lean, y después de leerte no puedan olvidarte”.

Bogotá, octubre 28 de 1979

 

  1. Carta tras carta, los poetas empiezan a contar más de su vida. Por parte de Jaime es evidente la tristeza que siente por la situación de violencia que vive Colombia en ese momento. Escribe desde Cali, Bogotá y Medellín, apesadumbrado por los hechos violentos que se cuentan en las noticias. Tal vez quisiera hablar de cosas distintas, pero es incapaz de sustraerse:

“De Colombia, me dice mi querida amiga Elisa Mújica, no le dejes ver a Geraldino el lado malo. Muéstrale en cambio, pacífica y colonial, la blanca torre de la iglesia de La Candelaria, iluminada por la luz de Venus que luce esta noche en el cielo como una doble joya mística. Pero en Tunja un niño de siete años llamó a la puerta de una casa para pedir abrigo en esta fría noche, y el dueño de casa, que vio alterada su tranquilidad, para que el niño no sintiera frío lo bañó en gasolina y le prendió fuego. Y por eso es que la dulce torre de la iglesia colonial no me dice nada”.

Bogotá, junio 8 de 1980

 

  1. La conversación que sostienen los dos poetas sobre la versión en español de los poemas de Geraldino es una lección para traductores y editores. Jaime describe cómo abordó los textos para interpretar su sentido en español, un idioma con una musicalidad completamente diferente a la del portugués. Su forma de proceder supera los esquemas de la literalidad. Como sabe que esto puede ser problemático, le pregunta varias veces a Geraldino qué piensa de sus nuevos poemas, reescritos en una lengua diferente. Esta es una de las respuestas del poeta brasileño:

“He dado a conocer tus traducciones a personas amigas que me visitan. Todos se han mostrado unánimes en elogiar la recreación que haces, sin faltar al espíritu de mi poesía. Se dice que la poesía es intraducible, pero en cuanto ella constituye “el patrimonio común de todos los hombres”, deberá traspasar las fronteras con la ayuda de hombres de buena voluntad que puedan, sepan y quieran entregarla con amor de mano en mano. Ser intraducible es una honra para la poesía, ello entendido en el sentido de que no puede ser reproducida en su particularísimo lenguaje. Pero sus sentimientos son los de la humanidad, y por tanto deben ser trasvasados en el lenguaje de sus nuevos destinatarios”.

Recife, diciembre 7 de 1981

 

  1. Del otro lado, Jaime sondea las dificultades de la traducción. Sabemos que tiene momentos epifánicos en los que los poemas “le cantan por dentro”, pero también dificultades cuando el diccionario del español se queda corto para ayudarle a interpretar el sentir de su poeta amigo. Solo unos días después de que Geraldino celebrara sus logros, Jaime le envía esta carta donde le da más detalles de la carpintería semántica y musical de su trabajo:

“Tus poemas contienen a veces unos versos asustadores. Difíciles de traducir. Por ejemplo, aquel Cristo que se esfuerza por desclavar su mano para darme una bofetada. Darnos una bofetada con la mano de Cristo, tú eres el único que se ha atrevido a hacerlo. Jesús arrojó a los mercaderes del templo con un látigo, pero una bofetada, eso no lo hizo. Hay pensamientos que se pueden expresar en portugués, pero si se traducen al férreo castellano aumenta su contundencia, y quedamos anonadados por frases exterminadoras, de un poder destructor que, si bien las merecemos, preferiríamos no oír”.

Bogotá, diciembre 25 de 1981

 

  1. Esta es una carta corta, con una de las anécdotas más bonitas que encontraremos en la correspondencia. Todo tipo de historias tienen cabida en medio de esa conversación que a cada paso se vuelve más cercana. Con rapidez, ha pasado del “usted” al “tú”, y a llevar de un lado a otro saludos y abrazos enviados por las familias de ambos, aunque, vale la pena repetirlo, ninguno de ellos se había visto en persona. En este fragmento, Creusa –la esposa de Geraldino–, entra a hacer parte del intercambio epistolar. En el libro encontraremos un par de cartas dirigidas directamente a ella:

“Creusa me llamó por teléfono para leerme tu última carta, en la que te refieres a un niño que recorre bares recitando un poema mío. Estaba muy emocionada. El pan de ese niño, comprado con la poesía. ¡Cuánta cosa linda en este mundo áspero!».

Recife, 24 de noviembre de 1982

 

  1. Hay mucho de onírico en una amistad que existe solo en las palabras. Es real e intensa para quienes la escriben, pero para el resto es una historia que bien puede terminar por ser real o ficticia. A finales de 1982, el libro que reunió los poemas de Geraldino traducidos por Jaime llega por fin a Brasil. La familia y los amigos del poeta brasileño ven el libro con extrañeza, y ya fuera en serio o en broma, ponen en duda la existencia de ese amigo poeta que hace milagros desde el más allá:

“Cuando yo hablaba de ti como traductor de mis poemas, publicándolos en varios países con tanta dedicación, te encontraban admirable. Ahora que el libro llegó, me dicen que no existes. En la medida de las personas, no existes. Pero yo sé que existes. Hace tres años que el cartero trae tus cartas, la telefonista te anuncia, y yo estoy despierto cuando el cartero llega y ella habla por el teléfono. Luego existes. Sin embargo, ellos tienen razón. Cosa de no creer. En este áspero mundo del do ut des, eres increíble. Qué pena que resulte tan raro lo que haces”.

Recife, 25 de noviembre de 1982

 

  1. La sensación de asombro no invade solo al lado portugués. Antes de que se escribiera esta misiva, Geraldino le había enviado una foto suya a Jaime y él se la había enseñado a sus amigos. De los comentarios que recibe sobre la imagen saca la conclusión que resuelve el dilema de su mutua existencia:

“Ya te dije que algunos, viendo tu retrato, han comentado: ‘¡Pero ese señor parece extraterrestre!’. Y también hay los que aseguran que yo soy marciano. Así, todo fue coincidiendo hasta que por fin se supo la verdad: que nos hemos inventado mutuamente. Si algún día voy a Recife diremos que fue un sueño”.

Cali, enero de 1983

 

  1. Al igual que Jaime, Geraldino no se ahorra los elogios sobre los poemas de su amigo. Además, se encarga de que otros poetas y críticos de Brasil conozcan su poesía y se animen a traducirla. En esta carta leemos la descripción más contundente que hace de la obra de Jaime. Mientras tanto, cada uno sigue en su propia ciudad, quién sabe si soñando con viajar:

“Dice Jaime Mejía Duque que tú eres “un poeta que desborda el nadaísmo, que no necesita de su escándalo para expresarse diferentemente”. Y es que en ti la poesía no se nutre de una etapa vanguardista, sino de la vida. Nuevo épico, nuevo lírico, cualquier cosa es para ti el asunto, o pretexto del poema. De ella partes y encuentras naturalmente sus vinculaciones con todo lo demás, para admiración del lector, que lee con ojos desorbitados. Inventas bellezas inéditas, ironizas, protestas, suscitas reflexiones, aligeras al lector con gracia despreocupada, luego lo vuelves a la seriedad del tema, le concedes un breve reposo, lo atrapas y lo sueltas, con él fraternizas, lo apartas luego, y más adelante vuelves a atraparlo. En ese juego desconcertante, informas y enseñas. Todo con tu propia huella, única, inimitable, desconcertante”.

Recife, 8 de marzo de 1983

 

  1. En esta carta leemos cómo la amistad se materializó por una casualidad. El tiempo y la gestiones de ambos hicieron que la poesía extendiera sus brazos y se apareciera en lugares inesperados, atravesando las fronteras geográficas. Es Jaime quien cuenta la siguiente historia:

“Uno de los asistentes al taller de poesía me trajo un día su álbum de familia. Mi sorpresa fue ver, entremezclados con las fotografías, tus poemas recortados de periódicos. Se ha hecho frecuente encontrar textos tuyos, o referencias a ellos, en publicaciones diversas. Tus poemas te multiplican”.

Medellín, junio 18 de 1985

 

  1. Y para terminar este recuento, elegimos un fragmento de una de las cartas del último año de correspondencia. En una misiva anterior, Gerladino le contó a Jaime que peleó con su hermano y, en medio del enfrentamiento, este dijo: “¡Sepa que yo no le tengo miedo al señor Geraldo!”. Jaime responde con un comentario que podría ser simplemente jocoso si no entrañara un sentimiento tan profundo, la veneración que siente por Geraldino. Estas líneas invocan una imagen un tanto espectral, y de cierta manera desdibujan al hombre que vive en su casa frente al mar para convertirlo en un ser que habita en una esfera distinta a la del resto de mortales. Además, son líneas que auguran el final del libro. Pero esa carta final se la reservamos a los lectores de la correspondencia completa.

“Yo sí le tengo miedo al senhor Geraldino: una palabra suya puede ser más demoledora que un ejército. El que diga que no le teme al senhor Geraldino, no sólo no lo conoce, sino que en ese mismo momento se ha expuesto demasiado y ya está perdido. Basta mirar a los ojos al senhor Geraldino: su noble mirada es demasiado clara y demasiado limpia para no ser fulminante. El senhor Geraldino es pavoroso. Como todos los sabios. Como todos los justos. Como todos los santos. Por nada del mundo me atrevería a desairar al senhor Geraldino. Con la más dulce y benevolente de sus miradas la tierra se abre y se lo traga a uno”.

Medellín, 23 de agosto de 1987

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